Luis Felipe Valle Asmad
Bourdieu emprende una crítica contra las dos posturas que habían dominado las CCSS: el objetivismo, que seguía buscando las leyes subyacentes al mundo social, y el subjetivismo, que daba importancia a la experiencia de los actores en el análisis social. Esta dicotomía “puede y debe ser superada [pues]… el mundo social es susceptible de dos lecturas” (Wacaquant: 2005, p. 61) que se articulan en una relación dialéctica necesaria de estructuras sociales y estructuras mentales, que se constituyen y corresponden mutuamente.
Es así que propone su Teoría de la Práctica. La noción de práctica es importante entonces en el marco conceptual de Bourdieu, porque en ella converge la dialéctica entre el ser y el hacer, “productos objetivados y productos incorporados”, la dialéctica de camino intermedio entre la estructura y la agencia de los sujetos. Esta práctica no es pura ejecución, sino tiene una dimensión productiva/inventiva, pues supone en los sujetos una disposición de estrategias (capacidades generativas, adquiridas y socialmente construidas: habitus) objetivantes en las luchas particulares de un campo. Es así que la noción de práctica zanja de una vez la dicotomía entre lo subjetivo y lo objetivo; ubica, a su vez, la estructura y el sujeto en una relación interdependencia productiva y reproductiva, relación entre campo (influencias externas) y habitus (disposiciones internas), intermediada por los diferentes capitales (recursos movilizados en esta relación).
Los estímulos existen para la práctica a condición de encontrar agentes condicionados a reconocerlos, es decir, el mundo práctico se constituye en la relación con el habitus, “principios generadores y organizadores de prácticas y de representaciones” (Bourdieu: 2007 [1980], p. 86), “mediante las cuales percibimos, juzgamos y actuamos en el mundo” (Wacaquant: 2005, p. 62). Los habitus son estructuras estructuradas, es decir, que no son dadas ni definidas de una sola vez; y a su vez son estructuras estructurantes, pues funcionan como principios generativos. Los habitus solo existen de una manera práctica y son producto de una interiorización pre-reflexiva en que el pasado se pierde en lo trascendental y que “tiende a perpetuarse en el porvenir actualizándose en prácticas estructuradas según sus principios” (Bourdieu: 2007 [1980], p. 89), estableciéndose entonces como un sentido común. Son los habitus los que permiten reconocer y “habitar” las instituciones a través de la apropiación práctica, y también la integración de las experiencias de los individuos de un grupo determinado, pues “enmarcan dentro del cuerpo la influencia del medio social” (Wacaquant: 2005, p.62).
La adquisición (o incorporación) de un habitus determinado depende de la posición que se ocupe en la sociedad. Esta posición está determinada por la posesión de alguna forma de capital. Por capital, en el sentido bourdieano, se entiende “cualquier recurso efectivo en una arena social” (Wacaquant: 2005, p. 63) o “campo”, que es susceptible de producir beneficios, así como de reproducirse a sí mismo; cuya acumulación requiere de una inversión de tiempo; y que determina el acceso a los campos según una estructura de distribución desigual en el macrocosmos social. Son los capitales lo que determinan las oportunidades de éxito de las prácticas. Existen tres tipos de capitales principales: 1. capital económico; 2. capital cultural, que existe en 3 formas: a. incorporado (ligado al cuerpo), b. objetivado (soporte físico); c. institucionalizado (objetivación de capital cultural incorporado); 3. capital social (red de relaciones e intercambios). Finalmente, el capital simbólico tiene que ver con las miradas y valoraciones que se dan a los otros capitales en una arena social específica, es decir, alude a “los efectos de cualquier forma de capital cuando la gente no lo percibe como tal” (Wacaquant: 2005, p. 63), sino como un símbolo de prestigio y reconocimiento.
Dotados de un habitus (disposición estratégica) y algún capital (recurso estratégico) que poder desplegar, los sujetos tienen una “infinidad” de jugadas dentro de un marco limitado que reproduce un orden simbólico. Las relaciones y posiciones que estas estrategias determinan están enmarcadas en los campos, “espacios estructurados de posiciones” (Bourdieu: 2008 [1984], p. 112) y de relaciones de fuerza y lucha, que supone el reconocimiento de que hay algo por qué luchar; en su funcionamiento se entrelazan los objetos en juego y las personas dispuestas a jugar (ilusio), con un habitus que les permite el conocimiento y reconocimiento de las leyes (implícitas) del juego, pues el habitus es la “condición del funcionamiento del campo y el producto de este funcionamiento” (Bourdieu: 2008 [1984], p. 113), pues para percibirlos y reproducirlos (los campos) hay que ser construidos en él, que a su vez construye y reproduce un habitus específico.
Los límites del campo “se definen entre otras cosas definiendo objetos en juego e intereses específicos” (Bourdieu: 2008 [1984], p. 113), pues las luchas al interior de los campos se dan por un capital específico, cuya distribución en su interior es desigual, distribución que a su vez los estructura en relaciones de fuerza. Esta estructura y funcionamiento interno le dan un grado de autonomía en función a un conjunto de leyes de funcionamiento invariables que lo caracterizan. Dicha autonomía y ley de funcionamiento interno se basan en un principio de exclusión, evaluación y acumulación de capital, lo que hace las relaciones de fuerza internas no estén exentas de antagonismos entre los que acumulan más capital y los que no.
Otra propiedad de los campos es que “todas las personas implicadas en un campo tienen en común una serie de intereses fundamentales” (Bourdieu: 2008 [1984], p. 114), o sea, una complicidad objetiva que subyace todos los antagonismos, pues del reconocimiento del valor de los objetos puestos en juego surge la intención de participar en el juego, y dicha participación tiene la consecuencia de reproducirlo, contribuyendo a producir la importancia de lo que está en juego.
Ej. El campo político: Se basa en la separación entre profesionales y profanos, separación que tiene determinantes sociales, pues “hay condiciones sociales de acceso a la política” (Bourdieu: 2001, p. 1) como la educación y el tiempo libre.
Siendo un microcosmos, posee un juego particular (ley propia). Una ley del campo político es el “principio de evaluación y eventualmente de exclusión” (Bourdieu: 2001, p. 1), ley que configura entonces un sistema de filtro de ingresos a dicho campo, a pesar del cual el campo político no puede autonomizarse definitivamente, pues “el político” solo es justificable por el veredicto popular, que aumenta el valor del “capital político” o prestigio. El campo político, entonces, “es el lugar de producción y de puesta en práctica de una competencia específica” (Bourdieu: 2001, p. 13), de una cultura específica o habitus político objetivado en “luchas simbólicas y políticas sobre un nomos” (Bourdieu: 2001, p. 15) o principios de visión y división. El acuerdo final sobre los desacuerdos políticos es la lucha por la consecución del poder sobre el Estado, es decir, “luchas por el monopolio legítimo de visión y división del mundo social” (Bourdieu: 2001, p. 16), una doxa que pretende imponerse como universal y configurarse como un “acuerdo tácito pre-reflexivo” que disimule la dominación y la violencia simbólica.
La propuesto de Bourdieu supuso un quiebre en las CC.SS., principalmente, porque concilió dos posturas que desde siempre fueron mutuamente excluyentes, el objetivismo y el subjetivismo a través de un conjunto de conceptos analíticos que bien pueden ser utilizados en cualquiera de las CC.SS. La conciliación entre la estructura e individuo, entre la acción y la experiencia, producen un agente con participación social, no solo como ejecutante (actor), sino como constructor y reproductor de una estructura no rígida ni dada de una vez por todas. El habitus es un concepto potente para comprender esta relación, no solo como un patrón, sino a partir de las estrategias objetivadas de los agentes en un conjunto de relaciones que los constriñen a actuar de una forma determinada y participar en luchas simbólicas a partir de los recursos que dispone. Fue importante también por añadir el elemento reflexivo de la relación entre investigador y realidad, pues postuló que los objetos de estudio en CC.SS. no son dados ni objetiva ni subjetivamente, sino que son construidos a partir de la conjunción de ambos elementos, y del reconocimiento de las relaciones subyacentes de dominación, tanto política como “científica”.
Como ciencia social, la Antropología no está exenta de esta influencia. La constante división entre acción y experiencia, entre los postulados de una ciencia natural o formal y de un interpretativismo, había inclinado el énfasis teórico-metodológico en un sentido, sin aspiración a una conciliación. La búsqueda de las leyes invariantes de la cultura, o el predominio de la experiencia simbólica de la misma, puede ser salvado con el concepto de la práctica en sentido bourdieano, que propone una relación dialéctica de ambas, con el agregado de postular una potente teoría para dar cuenta de los cambios sociales, pues la estructura solo es invariante en el sentido de ser constantemente transformada por la experiencia subjetiva y objetivada de los agentes. Así, la antropología, caracterizada por estudiar los ‘etilos de vida’, ya no debe detenerse en la acción ejecutante ni en la experiencia colectivizada de la cultura, sino que debe partir de la primera como objetivación de un habitus incorporado simbólicamente a través de la experiencia de ser y/o pertenecer a la sociedad y/o estrato social definido en términos de sus efectos objetivados.
Bibliografía
Bourdieu, Pierre (2001). El campo político. La Paz: Plural Editores. Capítulo 1 “El campo político”, Capítulo 2 “Precisiones sobre el campo político”.
— (2001a). Poder, derecho y clases sociales. Bilbao: Editorial Desclée de Brouwer. Capítulo “Las formas del capital. Capital económico, capital cultural.
— (2007 [1980]). El sentido práctico. Buenos Aires: Siglo XXI. Prólogo al Libro 1: Crítica de la razón teórica; Capítulo 3 “Estructuras, habitus, prácticas”.
— (2008 [1984]). Cuestiones de sociología. Madrid: Akal. Capítulo 9, “Algunas propiedades de los campos”.
— (2012). “Espíritus de Estado. Génesis y estructura del campo burocrático”. En Instituto de Estudios Peruanos (ed.) Taller interactivo: Prácticas y Representaciones de la Nación, Estado y Ciudadanía en el Perú. Lima: Instituto de Estudios Peruanos.
Wacaquant, Loïc (2005). “Claves para leer a Bourdieu”. En JIMENEZ, Isabel (ed.) Ensayos sobre Pierre Bourdieu y su obra I. México D.F.: Universidad Nacional Autónoma de México.
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